Wednesday, March 31, 2010

Piedra del Crepusculo

Y ese otoño lo encontró, caminando en aquella plaza de farolas redondas y cálida luz nocturna. Espacio protector, sonrisa y paño de lagrimas, según la situación en que esta esquina lo citara. Bastaron minutos, para que el banco de la bronca y reflexión se encontrara bajo su negro pantalón de vestir, y entre explosiones, arrepentimiento y angustia, trabajaran en su pecho una decisión que pusiera algún fin a aquella discusión sin sentido que lo alejaba de su hogar.
Tras caminar entre los arboles y sustituir angustia por aire puro, descubrió aquel rosedal, de espinas y petalos, perfume y recuerdos que lo transportaban y apenaban por ese presente. Bajó la mirada hacia la tierra y un pequeño brillo fucsia y anaranjado llamo su atención. Entre viento y soledad, pensamientos e instantes, decidió acercarse y recoger de aquel suelo arenoso el destellante objeto que llamaba su atención. Se reclinó suavemente como desconfiando, mirando al costado a ver si alguien se aproximaba por la glorieta, pero estaba solo. Tomo entre sus manos de 16 de mayo aquel enigma, que se convirtió en respuesta y resultó ser una piedra, la observo por un instante, olvidando la plaza y su mujer. Aquel segundo fue minuto y luego hora, para despertar en su cabeza la idea, de arrojar la piedra dentro de aquella lata de pintura destapada, que debía haber sido balde de arena algunas horas atrás.
Cuando su mente procedía a mover su brazo resortera, lo frenó de un sobresalto una voz gastada, gris de despechos y licores, que preguntaba a sus espaldas. - ¿La encontraste?...
Abrazado por el susto decidió voltear, y recurrir al empleo del sentido, que por momentos creemos, mejor aclara nuestros panoramas. Y ese vistazo, lo encontró frente a frente con aquel inolvidable viejo, que transita el barrio sin apuro, entre silbidos y esquivos destinos.
-¿Qué encontre?- Preguntó.
-La piedra.- Respondió el viejo, con una sonrisa de sabiduría que se vislumbraba en aquella barba de anecdotas, esquinas y soledad.
-Esa luz que tenes entre tus manos es la piedra del crepúsculo. Son muy importantes los atardeceres en tu vida, ¿no te parece?
Cargado de fastidio por el susto, la situación y la ardua jornada laboral respondió aquella afirmación con algo de soberbia. - Sinceramente los atardeceres no son mas que unos minutos más, en mi horario de trabajo, no veo el motivo por el cual serían tan importantes. Importante es mi puesto laboral, los problemas del país, mis problemas familiares, eso es importante, no, solo ver como se hace de noche.
Una ráfaga de viento acarició la plaza tras esas palabras, y aquel hombre de manos forjadas a frío y calles, parecía contemplar con un dejo de angustia la integridad del oficinista. Cinco segundos fueron suficientes para ordenar en su cabeza las palabras que botarían. -Puede que tengas razón y lo importante sea lo que tu haz nombrado, pero si esa piedra esta en tus manos es porque los crepúsculos fueron, son y serán muy importantes en tu vida y si la conservas con pasión, cada despedida del Sol podrá robarte una sonrisa.
Con una carga de sabelotodo y la piedra entre sus manos volteó con indiferencia, caminando hacia la glorieta que lo llevaría a su hogar en ruinas espirituales. Tras las dos cuadras de caminata, reflexión, crespúsculos, matrimonios y linyeras, tomo las llaves de su hogar e ingresó sigilosamente. El sillón del comedor lo esperaba vació, para convertirse en fría cama de hombre pensante, que navegaba entre las palabras de aquel viejo y cuestionamientos como ¿Por que serían tan importantes los crepúsculos en mi vida? Tengo familia, un buen trabajo, mis amigos con los que ceno semanalmente, mi guitarra, mi hermosa casa y el BMW que con tanto esfuerzo me gané y eso nada tiene que ver con esta piedra que tengo en el bolsillo.
Renegando se puso de pie, y tras abrir la ventana del 4to balcón de aquel edificio arrojó la piedra sin destino alguno, atrapando un poco de sueño mientras cerraba aquella ventana. Decidió recostarse y entro en sueños mientras aquellas palabras jugueteaban con su subconsciente.
La luz del nuevo día cosquilleaba en sus ojos y poco a poco comenzó a despertar, abrió los ojos y miró hacia los costados, mientras una inmensa sorpresa se apoderaba de sus sentidos. ¿Qué hago aca se preguntó? ¿De quién es esta solitaria habitación? Sin encontrar respuesta, sus cuestionamientos se vieron interrumpidos por aquel golpe en la puerta de aquella desconocida habitación. ¡Adelante! dijo. Y la puerta de pesada madera se abrió lentamente para dar entrada a una joven monja, que esbozaba entre sus labios algunas palabras. - Padre, se quedó dormido, abajo lo están esperando algunas personas que desean confesarse.
Sin poder salir de su sorpresa, con una mezcla de angustia, dudas y un total desconcierto, este cura u oficinista, quien sabe, decidió salir al encuentro de aquella cita que la monja había presentado. Tras abrir la puerta, un pasillo en penumbras lo guió hacia un sitió que le parecía recordar, un templo que era ni más ni menos que la iglesia del Jesus Redentor, situada a pocas cuadras de su casa de empresario. Poco entendía de sus propias acciones mientras se sentaba en aquel confesionario de maderas labradas, que instantes después daría lugar a la entrada de una persona. -Hola padre, quizás se acuerde de mi, quiero ser concreto y expresarle que yo también arroje entre brotes de rabia la piedra del crespúsculo.
Boquiabierto, el nuevo párroco, sintió helar por completo su cuerpo, quedando por momentos inmóvil. Luego de este primer shock decidió salir del confesionario y al mirar hacia la puerta observó aquella vieja figura que lo había sorprendido en la plaza aquel 16 de mayo. Se observó solo, y una especie de arrepentimiento, trajo como ráfagas muchos recuerdos de su vida, todos ellos en tibios crespúsculos, destellantes de sonrisas y calidez, simple magia que otorgan estos deslumbrantes momentos que nuestra memoria por momentos relega en post de esas nuevas preocupaciones que se presentan en nuestra vida.
Y fue aquí donde aquellas palabras gastadas del viejo cobraron sentido, mostrandole entre lagrimas, que su antiguo noviazgo, el nacimiento de su hijo, el regalo de su primera guitarra y muchos otros recuerdos esenciales, se habían presentado en su antigua vida con tibias tonalidades anaranjadas y los crepúsculos que se extinguieron de un 4to piso, habían sido en una vida que se había marchitado, lo más hermoso que alguna vez había florecido...

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