Wednesday, March 31, 2010

Trisquel

Dormía, y los libros volaban sobre mi cabeza, se apoderaba de mi esa sensación de observar en tercera persona algo que me encontraba viviendo en primera. Era lúdico, aunque con una cuota de misticismo y sobrehumana energía que brotaba de mi cuerpo a modo de anime japones.
Se que algo tenia oculto aquel sueño y el mínimo desvelo de la noche buscaba intentar enlazar cabos. Tenia una gran dosis de aquellos cuentos que con ansias desesperadas llegaban cuando niño a mis oídos, hoy suplantados por un frío e impersonal fuego televisivo, que consuela por lo menos un poco.
Desde otro punto de vista, el hecho de observar mediante un sueño el coctel de historias que divagan en nuestra habitación al soñar, resultaba bastante paradójico, por momentos hasta metafórico y sin lugar a dudas surrealista, uno de los más intensos contactos con el real surrealismo, aquel que trasciende las barreras de la creación conciente.
Resultaba algo raro el hecho de volver a aquella habitación que tantas noches me había alojado cuando niño, una especie de nostalgia y recordatorio de que aquello que denominamos tiempo pasa y pasa, dejando consigo sus secuelas, aquellas que en una misma noche se conjugaban como plato especial, picante y absolutamente intrapersonal. Tan intrapersonal que el nuevo despertar durante la misma noche me encontró entre sollozos, preguntandome por unos cuantos segundos si en el mundo conciente se encontraba viva la persona por la que lloraba. Un importante potencial de sentires inconscientes que me motivaban al exhaustivo análisis, pero ¿Cómo analizar concientemente lo que por naturaleza tiene esencia inconsciente? Es parte de un juego contradictorio que experimento. ¿De qué manera poder captar aquellas expresiones en su más puro estado sin contaminarlas?
Herramientas para canalizar existen, aunque obstáculos socialmente instaurados también, por lo tanto es necesario encontrar el equilibrio. Es por esto que, como señales que se presentan ante uno, un trisquel comenzaba a cobrar fuerza en mi persona, aquel movimiento, constante evolución, equilibrio y demás significaciones lo postulaban como lo que estaba buscando, tan profundo y simple como quien ahora se había hecho su dueño.
Ahora como guía el trisquel se erguía, mostrandome que esta presentación no era más que evolución y crecimiento, donde el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu resultaban la meta, aunque simultáneamente eran la carrera para cruzar aquella meta, que para galardonar este descubrimiento, transcendía el pasado, presente y futuro.
Resultaba un comienzo, una etapa con deseos de proliferación, aquel despegue del gorrión hacia cielos eternos, despojados de toda concreción, cargado de destellos y luminosidad y por sobre todas las cosas personal, absolutamente personal.
Habitación antigua, libros, trisqueles, lagrimas, aquel antiguo mueble que hoy navega entre pro-piedades familiares y te trae a mi memoria, tan solo laberintos que a diario recorro y muero de risa al encontrarme en tertulias que trascienden el tiempo y el lugar gracias a los escritos, la foto-grafía y sus lienzos, mensajes llegando a destino, que asumo que fueron creados para mi, a pesar de la escases de comprensión de muchos y una total improbabilidad de la teoría que me encuentro desarrollando, lo cual no quita que esta teoría no pueda ser probada en el campo de la conciencia, tratandose por naturaleza de algo inconsciente trascendente y paradójicamente efímero.

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