Tuesday, May 25, 2010

Realidades

Es mágico el hecho de darnos cuenta que no existe el pleno control sobre nuestra persona y descubrir que por naturaleza resultamos seres permeables a determinadas influencias capaces de desestabilizar cualquier construcción que creemos solida e inerte. De esta manera, una palabra, un atardecer, una mirada o una canción, son capaces de transformar aquello que consideramos nuestra realidad; tiñendo de colores nuestra percepción y otorgandonos una cuota de incertidumbre a todo aquello que resultaba tibio y monótono.
Es inevitable pensar en la solidez y veracidad de aquella realidad modificada, debido a que solo una pequeña (o gran, mirandolo desde otro aspecto) circunstancia logró transmutarla. Por lo tanto, recaigo en la idea que afirma que la realidad es absolutamente maleable e inconsistente, siendolo por consiguiente cada una de nuestras visiones, opiniones, sentimientos y demás cuestiones ligadas a nuestra persona. Pero hilando más fino, descubro que esto mismo resulta la frutilla del postre, debido a que la constante transmutación de la concepción de lo real destruye por completo la monotonía y desparrama sobre el tablero de la vida una infinita posibilidad de realidades y aprendizajes en nuestra construcción humana.
Por otro lado, la conciencia de la variabilidad de lo real, nos otorga facultades alquímicas, debido a que alterando concientemente nuestra realidad podemos brindarnos realidades absolutamente satisfactorias y placenteras. Pese a que como desarrollamos anteriormente, no poseemos un pleno control sobre nuestra humanidad. De esta manera, la habilidad alquímica resulta dosificada, parcialmente controlable, pero no por ello menos efectiva.
Infinito resulta nuestro poder, si llevamos esta reflexión a una escala interpersonal, desarrollando la teoría que plantea el hecho de poder transmutar las realidades de aquellas personas de nuestro entorno solo con acciones como mirar a los ojos, sonreír, o emitir una palabra.
Pero como una frase popular plantea “Todo gran poder implica una gran responsabilidad”. De esta manera, nuestra conciencia de influir sobre los demás, nos obliga a plantearnos el dilema de si deseamos que nuestra influencia resulte satisfactoria o perjudicial.
Continuando con las deducciones, podemos plantear que nuestra habilidad para alterar tanto nuestra realidad como la de los seres circundantes, decanta en la conclusión de afirmar que la decadencia en la que vivimos es una total obra de nuestras acciones e incapacidad o inacción para transmutarla. Siendo concientes de ello nos transformamos en los principales motores del cambio. Pero todo motor solo es útil al echarse a andar.
Concluyendo con la idea de la multiplicidad de realidades posibles, debemos posicionarnos un poco más perceptivos, analíticos y empáticos, debido a que todo aquello que recibimos del exterior no es ni más ni menos que una realidad momentánea y parcial de quien la emite. En fin, podemos plantear que existen tantas realidades como personas y a su vez dentro de una misma persona tantas microrealidades como momentos vitales.
Por lo tanto, seguiré abriendo mis puertas a toda aquella influencia externa y satisfactoria capaz de transmutar mi realidad con una mirada noble y de luz extrema.

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