Tuesday, July 13, 2010

Aliados Alados

No hay tiempo de arrepentimientos cuando las acciones resultan sinceras y bienintencionadas. Pese a esto es inevitable repasar las variables que pueden derivar de una ínfima situación, y transitar por aquellas ramificaciones que son solo fantasía, estados de una realidad intangible, aunque en algún punto absolutamente reales, al despertar sensaciones impactantes.
El invernáculo vuelve a mantenerse intacto, a conservar en estado inerte aquel conjunto de explosivos sentires que se manifiestan dentro del pecho. Vuelve a conservar el caudal de un río en estado de congelamiento, guardando aquel agua transparente para esa situación desconocida, que espero. Sin lugar a dudas, esta conservación energética que nadie puede observar, atrae las ramas de mi viñedo y crecen, crecen hacia adentro y absolutamente nadie puede verlas. Nadie con dotes normales de ser humano, ya que determinados seres de luz aprendieron a atravesar este sendero y comer de las uvas sagradas, pero lamentablemente se acercan muy poco, o quizás nunca. Temen, dudan o simplemente no desean beber de esa vid.
Mientras tanto, la nariz roja y el maquillaje se mantienen intactos, la sonrisa delineada y el sombrero, pero los ojos... los ojos no se pintan, se mantienen fieles a la esencia. Pero ¿quién es capas de observar los ojos entre tanta carcajada, maquillaje y colores? La respuesta se remite a lo detallado en el párrafo anterior, los “seres de luz”.
Pese a lo expresado anteriormente, estos entes iluminados que hoy se mantienen distantes, marcan un horizonte, su proximidad son mi constante desafío, la puesta a prueba para un férreo beduino que sabe que a pesar de las tormentas siempre su estrella lo guía y lo lleva donde desea llegar. El va hacia el oasis o el oasis viene a el, de forma inexplicable, mágica, pero todo confluye.
Y en aquel desierto, a modo de pequeñas lagartijas se presentan situaciones de forma acausal, sincronicidad diría mi madre. Algunos momentos en que aquello que creemos imposible comienza a darse una y otra vez frente a nuestros ojos. Y todo esto desafía mi estabilidad, presenta un duelo entre sentires y acciones, el fuego y el respeto. Pero en mi búsqueda de la empatía caen petalos marchitos, en manos de mi propia ergonomía, que tantas veces me enorgullece y algunas otras me otorga un boleto capicúa hacia la estación melancolía. Autocensuras, que se presentan en pos de no lacerar a otros homínidos.
Y es en ese instante, donde lleno de desierto y sed, un gran coco cargado de agua cae a mis pies, me roba una sonrisa, y guía mis pasos hacia esa luz cálida, al tibio sillón que aproxima nuestros aleteos, y hermana nuestras alas que en ese instante se muestran en su máxima envergadura, generando viento y sonrisas en una habitación.

1 comment:

Anonymous said...

que hermoso...